Edén
El planeta[editar]
Edén es un exoplaneta que orbita en la zona habitable de la estrella Tabit, de la constelación de Orión. Esta estrella está situada a 26 años luz del Sistema Solar y es de tipo espectral F6V, más caliente y luminosa que el Sol.
El planeta es de tipo rocoso con muchas similitudes con la Tierra, la más importante de ellas es la presencia de gran cantidad de agua líquida. La temperatura media del planeta es de 16ºC, ligeramente superior a la Tierra, aunque alcanza temperaturas mínimas y máximas bastante más extremas.
La masa de Edén es aproximadamente el triple que la de la Tierra, por lo que este mundo es un planeta tipo “supertierra”. La gravedad es muy parecida a la terrestre, lo cual es anómalo (debería tener una gravedad considerablemente mayor, de acuerdo a su masa). El campo gravitatorio de Edén presenta unas peculiaridades únicas que todavía hoy son objeto de debate científico.
Depiction of a futuristic city
Fauna y flora[editar]
Pero lo más sorprendente de Edén no es la anormal baja intensidad y las fluctuaciones de su campo gravitatorio, sino que alberga fauna y flora extraterrestre de escala muy superior a la humana, en forma de una selva terrestre y subacuática de tamaño gargantuesco. Las formas de vida de Edén están adaptadas a unas condiciones atmosféricas que resultan letales para las formas de vida basadas exclusivamente en el carbono, como la mayoría de organismos terrestres. Los organismos xeno de Edén, que reciben el nombre genérico de Phaust, tienen una bioquímica mixta, basada en el carbono y en el fósforo-nitrógeno, utilizando así mismo el arsénico y el azufre para formar cierto tipo de moléculas orgánicas de manera análoga a cómo hacen algunas bacterias en la Tierra, pero mucho más avanzada. De hecho la diversidad biológica de Edén es muy superior a la de la Tierra, lo cual induce a los xenobiológos a pensar que la vida lleva desarrollándose en este planeta desde mucho más millones de años que en la Tierra.
Habitabilidad[editar]
Para un ser humano sin modificaciones genéticas, bioingeniería o implantes de mejora la vida en la atmósfera de Edén resulta totalmente imposible. La alta concentración de dióxido de nitrógeno y otros gases nocivos o las frecuentes lluvias corrosivas causarían la muerte en cuestión de minutos. La abundancia en el ecosistema de Edén de arseniatos y otros compuestos letales para la vida humana aumenta todavía más la peligrosidad. Sin embargo, las manipulaciones genéticas y los implantes cibernéticos ayudaron a las primeras generaciones de colonos a sobrevivir en el planeta y les dio suficiente tiempo para empezar a terraformarlo gracias a la ayuda de los Savior, sin los cuales sin ninguna duda la humanidad se habría extinguido de la superficie de Edén en pocos años.
Y este final prematuro de la especie humana en Edén era un hecho inexorable, porque además de un ecosistema venenoso y letal, abundante en grandes depredadores y formas de vida parasitarias increíblemente evolucionadas, que en cuestión de meses eran y son capaces de añadir al ser humano a su cadena alimenticia (cuando los organismos terrestres, incluso modificados genéticamente, han necesitado decenas de años para adaptarse a este mundo), el planeta Edén presenta condiciones climatológicas y geológicas mucho más adversas que en la Tierra. Las frecuentes tormentas solares de su estrella Tabit y la inexplicable naturaleza del campo gravitatorio del planeta causan fenómenos tan impresionantes y peligrosos como tormentas electromagnéticas en su superficie, movimientos de espuma magmática bajo la corteza terrestre que alteran la orografía creando nuevas montañas en cuestión de horas o incluso minutos y bruscos descensos de temperatura en temporales que abarcan cientos de kilómetros, aunque el fenómeno más inexplicable de todos es el conocido como “tormenta de torsión”, una turbulencia gravitatoria que crea algo parecido a un enorme ciclón en el centro del cual la gravedad aumenta exponencialmente, aplastandolo todo a su paso.
Gracias al descubrimiento de los Savior la humanidad ha sido capaz de sobrevivir en este planeta, e incluso doblegarlo, creando cinco arcologías en áreas totalmente terraformadas que se van expandiendo con el paso de los siglos, desplazando a las formas de vida autóctonas.